Danzantes

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(Fernando Leiva Briones es Vocal de la Ilustre Sociedad Andaluza de Estudios Histórico-Jurídicos)

Estrechamente relacionadas con el mes de las flores y de la vegetación está la Fiesta de San Isidro, Fiesta que año tras año, y no se sabe desde cuándo, se viene celebrando el 15 de mayo. Ese día, el Santo, el Patrón de Fuente-Tójar, es sacado en procesión por las calles del pueblo. Va sobre unas andas precedido por su yunta de bueyes y los correspondiente aperos de labranza. El Santo se exhibe engalanado con cintas de seda de variados colores y adornado con frutas naturales de la tierra y otras ofrendas que los vecinos le donan para, una vez terminada la procesión, subastarlos entre los asistentes en la tradicional rifa con el propósito de recaudar fondos para sufragar los gastos de la fiesta: banda de música, fuegos artificiales... Le acompañan los cofrades encabezados por el Hermano Mayor que porta la Bandera, gentes llegadas desde muy diversos lugares, una banda de música y los Danzantes. Son éstos ocho varones tocados dos de ellos con sombreros de fieltro negro (de tipo cordobés) y el resto con tiaras hechas con flores artificiales de papel de múltiples colores, tanto a unos como a otros le cuelgan ocho variopintas cintas de seda. El pecho lo cubren con camisas blancas adornadas con encajes y cintas de seda de color rojo y sobre las camisas llevan una banda cruzada, a modo de tahalí, de seda de color (diferente en cada danzante) anudada a la cintura con una faja de idéntica tonalidad. El resto de las vestimentas son las faldas lisas unas y con lunares otras y bajo ellas, y del mismo tamaño, portan enaguas blancas almidonadas con encajes. Por último llevan un pantalón negro hasta las rodillas, abierto a los lados, con botones de plata y un cordón con borlas. Otros aditamentos son las alpargatas blancas de cáñamo adornadas con cintas rojas que van desde el talón hasta el empeine, en donde se atan a forma de lazo, y las medias de algodón blanco con ligas de adornos.


Pues bien, estos varones, ataviados con las vistosas indumentarias descritas,   bailan en ocho ocasiones La Danza de San Isidro. El ritmo de la misma es de ¾, casi monótono, lo que hace que le dé a la Danza una singular belleza. La primera vez que danzan es en la Iglesia, en la que tienen el privilegio de entrar cubiertos y, después de darle la vuelta al Santo, salen hasta la puerta, momento en el que cesan de bailar. Las siete ocasiones restantes, en las que bailan por parejas, realizan tres variedades coreográficas dentro de la propia Danza, si bien el ritmo y la música permanecen invariables, a saber: “Los Cruzaos” y “Vuelta al Santo”, en una ocasión; “Los Cruzaos”, en cinco ocasiones; y “Los Cruzaos” y “Reondillo”, la última vez. A la entrada de la Imagen a la Iglesia, los Danzantes la reciben postrados de rodillas. Es, en resumen, una danza monosexual masculina y religiosa cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos que tiene por finalidad rendir, bailando, culto a la Naturaleza, a la Primavera, a la Vida y que en un momento determinado, no sabemos cuándo, la Iglesia adaptó estos antiguos ritos a los cristianos.

Aludiendo al posible origen de esta Danza de Fuente-Tójar, el Diario Córdoba (24/4/1963), además de felicitar al pueblo por haber obtenido el Primer Premio Nacional de Danzas en sus páginas ese día venía a decir: “En Fuente-Tójar, pueblo del Sudeste Cordobés, respaldado por una gran tradición Prehistórica, perviven seguramente  ecos milenarios de rituales danzas ¿Quién sabe si en esos bailes ahora premiados no sobreviven Sagradas Danzas en honor de Endovélico, Nelo o Atecina, las viejas deidades prerromanas? Lo único cierto es que su insistencia reiterativa, en su hieratismo externo y en su interior frenesí late vibrante y avasallador un espíritu que no es de estos tiempos. Diríase que encadenados en la magia Sagrada de la Danza resucitan viejos ritmos religiosos proyectando en nuestros días la gran sombra de cultos abolidos. Hay algo sacerdotal en esa rítmica orgía de Danzas de Fuente-Tójar. Esto es precisamente lo que les distingue de otras meramente lúdicas. La trascendencia que emanan es la que sobrecoge el ánimo del espectador. Entre una mayoría de bailes risueños, festivos o frívolos ¡Con qué imperio ancestral se apodera de nosotros la primitiva danza de este pueblo cordobés! Subyacente a lo romano y a la riquísima coreografía arábigo-andaluza, en un arte indígena, primitivo, hermano temporal de las canticas gaditanas es el que aflora en estas danzas”.

A nuestro entender, lo que le da autenticidad y antigüedad a la Danza, aparte del ritmo monótono, es el ritual que llevan a cabo los Danzantes de San Isidro la noche anterior a la Fiesta, a saber:
1.La noche del 14 de mayo, los Danzantes, inmersos en un ambiente orgiástico, recorren el pueblo acompañados por los vecinos que, entre baile y baile, y trago y trago, van haciendo sonar sus instrumentos. Hasta hace pocos años, la monótona melodía de la danza, se solía acompañar del fandango. El cancionero, bastante amplio, se compone de estrofas de seis versos, que no siempre siguen una regla determinada, ni en la métrica ni en la rima, llegando, a veces, a quedar versos sueltos. El tema de estas canciones es, asimismo, muy variado.  

2.La tarde del día mayor, el 15, los Danzantes se reúnen en casa del “Maestro”. Desde allí, en doble fila de a cuatro, comienzan “el recorrido” tocando la música de la Danza hasta llegar hasta la puerta de la Iglesia, en donde entran bailando, como apuntábamos supra.

  Al analizar estas ceremonias vemos que el ritual llevado a cabo por los Danzantes los días señalados es similar al que se sigue en otros lugares del Viejo Mundo, en donde algunos jóvenes tienen por costumbre agruparse y acordar ir al día siguiente a cortar “el árbol mayo” o “el palo alto”, a fin de exponerlo en la plaza del pueblo, adornarlo y posteriormente subastarlo para, con el dinero conseguido, gastárselo en juerga. Aquí en Fuente-Tójar es prácticamente igual: El día que acuerdan salir, según lo pactado la noche del 14, es el 15. Ese día, guiados por el Jefe (rito de juntarse los Danzantes en la casa del Maestro), llegan al campo (la Iglesia), recogen el árbol (S. Isidro) y lo acompañan exhibiéndolo por la población hasta que de nuevo lo plantan o exponen en la plaza (Iglesia), momento en el que le rinden culto postrados de rodillas. Finalmente, la rifa-subasta que a continuación tiene lugar a beneficio del santo, no es más que otra adaptación del rito pagano a la liturgia cristiana: la subasta que los jóvenes hacían o hacen del palo o árbol y sus adornos con el fin de recaudar dinero para gastarlo, aquí, la Iglesia cambió la costumbre haciendo que los devotos sorteasen el “honor” de ser Hermano Mayor después de que hubiesen subastado las ofrendas que los fieles donaron al Santo. Claro que en este caso, los beneficios se destinan para el culto de San Isidro.  



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